martes, 1 de noviembre de 2016

Una piedra en el camino

Antía era una chica normal, sin embargo, su mente albergaba pensamientos diferentes a los habituales. Todas las noches a las dos y treinta y dos minutos de la madrugada salía de su casa y caminaba adentrándose en el monte alejándose de las luces de la ciudad hasta un lugar suficientemente alto; estiraba su cazadora en el suelo y se tumbaba cubriéndose la cabeza con la misma, miraba las estrellas y pensaba que algún día las recorrería todas. Tras fantasear con otros mundos, vidas paralelas o seres inteligentes se iba a casa; todos los días yendo de vuelta a casa se caía en el monte, siempre en el mismo lugar, pero nunca lo recordaba; quizás por que su mente estaba en el cielo, o quizá porque no le importaba... Lo que ella no esperaba es que todo el firmamento la veían caer y levantarse cada noche, igual si lo supiera lo recordaría o se avergonzaría de ello.
Una noche, ella enfermó, y no pudo recorrer el monte dónde cada noche dormitaba observando las estrellas. La noche siguiente tampoco pudo ir, ni la siguiente... La enfermedad avanzaba y no se curaba, pero lo que le preocupaba a ella era no descansar viendo el firmamento; éste a su vez no entendía por que la joven Antía no iba a visitarles.
Un buen día recuperó sus fuerzas cuando su vida parecía que iba a finalizar, recorrió todo el bosque en busca de la cima más alta. Se quitó su abrigo como todas las noches y se recostó sobre ella con la mayor sonrisa que pudo esbozar, lo echaba de menos, esa paz, esa dulce brisa y el sonido del aire luchando contra los árboles por poder pasar...
Se hizo tarde así que Antía se levantó y se dirigió a casa, por el contrario, la piedra que se cruzaba en su camino seguía en su sitio; cayó, pero al levantarse algo no iba bien, sus piernas comenzaron a temblar y fallarle, por su cuerpo recorrían escalofríos que la congelaban poco a poco; su cuerpo no hacía caso a las ordenes de su mente, sin poder evitarlo, su corazón dejó de latir; ahí, dónde siempre caía y nunca volvería a tropezar ya que ahí pereció su cuerpo...
La noche siguiente, a las dos y treinta y dos minutos de la madrugada, apareció una nueva estrella en ese firmamento...



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