Él no era una persona desdichada, cada
día se levantaba, tomaba su café con sus nueve cereales, ni uno más
ni uno menos; iba a trabajar siempre caminando por el mismo sitio,
hiciera frío, calor, lloviera...
Un día le dieron una mala noticia y de
camino de vuelta a su casa, sin darse cuenta descubrió que no sabía
dónde estaba, que no conocía ese camino, se volteó y tampoco; se
hacía de noche y le comenzó a recorrer por el cuerpo un miedo que
nunca había experimentado, no temía a la oscuridad ni a la gente
que pudiese morar por allí, tenía miedo a lo desconocido a que
sabía que si caminaba hacia atrás seguiría perdido y si continuase
hacia a delante no sabría a dónde llegaría...
Armado de valor continuó su camino con
la esperanza de encontrar a alguien que le indicase cómo poder salir
de su encrucijada, por el contrario a penas pasaba gente y la poca
que lo hacía no le hacía caso, como si no estuviera, seguían a lo
suyo como si le hubiesen marcado una pauta que seguir de la que no se
podía desviar, cómo quizá el hacía cada noche...
Ya no sabía que hacer, temía haberse
perdido para toda su oportunidad, siguió caminando y algo le vino a
la cabeza... Llevaba quizás un par de horas perdido, sin embargo en
esas dos horas no había pensado en su trabajo ni en su monótona
vida, había tenido dos horas de vacaciones para su mente, sí, quizá
con el miedo de no saber que le depararía esa noche, pero también
con la adrenalina de lo mismo.
Estaba tan preocupado por descarriarse
que sin darse cuenta no había pensado en su destino; a elegir entre
la felicidad, o continuar su vida como si estuviese escrita como
siempre había hecho...
Casi sin percatarse había llegado a su
portal, la de su casa, de todos los días... No se sentía aliviado,
al contrario, pasó toda la noche pensando en lo que le había
ocurrido, desde
aquella, tomó una decisión; le gusta perderse, conocer nuevos
lugares y caminos, aun que sabe que el final de éste, va a ser el
mismo.
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